miércoles, 25 de noviembre de 2009


Los hinchas de Banfield lo llamaron emperador en algún momento, tras su exitosa campaña con el equipo del sur, que comenzó a mediados de 2003. Su equipo jugaba bien, pero a diferencia del modelo 2009, era más ofensivo y trataba mejor el balón. Realizó una muy buena Copa Libertadores en el 2005 y quedó eliminado en cuartos de final, ajustada e injustamente ante River y fue subcampeón del Clausura del mismo año.
Julio César Falcioni debutó en Vélez y pasó por Independiente, Olimpo, Colón y Gimnasia de La Plata. Aunque las expresiones en su rostro no concuerden con el buen juego ni con planteos ofensivos, llegó a aquel Banfield que venía de ser dirigido por Luis Garisto –técnico muy querido en la institución- y le cambió la cara. A base de voluntad y mucho trabajo logró su objetivo: crear un plantel muy equilibrado en todas las líneas, que cuando profundizaba en ataque era difícil de parar. Siempre intentó imponer sus ideas, inculcándole a sus dirigidos la misión de marcar aguerridamente para luego intentar jugar. Nunca priorizó refuerzos de renombre o de un alto costo, sino más bien, jugadores que se adapten a su sistema de juego. Por eso está considerado como un técnico para equipos chicos.
Hoy en día el fruto de su Banfield es lo que está a la vista de todos. Un equipo sacrificado y muy comprometido con el objetivo –que a principio de torneo era sumar para alejarse de la lucha por el descenso y hoy está apuntado directamente al título-. Sacó a relucir otro de sus aspectos, el de motivador, y le devolvió la confianza a Santiago Silva y a Walter Erviti para que sean piezas fundamentales en busca del arco rival, además de apostar por el colombiano James Rodríguez y bancarlo hasta que brille por la banda izquierda. Está a muy poco de cumplir un sueño y demostrar que lo que realizó en su ciclo anterior en la institución, no fue una casualidad.

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